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domingo, 10 de junio de 2012

Huida

 

huir 

Le escuchaba hablar y el dolor de cabeza se iba haciendo cada vez más insoportable ¿Por qué seguía allí? ¿por qué seguía escuchando palabras sin sentido que le sonaban huecas, vacías, a nada, y encima hasta su tono de voz le molestaba?

Aquello no tenía ningún sentido, pero no tenía fuerzas para mandarle callar, o simplemente darse media vuelta y emprender un nuevo camino. Y por alguna inercia extraña, seguía escuchando.

Sus sentimientos habían cambiado. Todo en ellos había cambiado. En su interior, un revoltijo de emociones intentaban salir a flote, pero se ahogaba. No había nada que se pareciese a lo de entonces, si acaso un leve rumor de lo que fueron. Pero allí seguía sin atreverse a hacer nada, ahora ya no escuchaba, sólo oía.

Imaginaba cómo sería una nueva huida. Le aterrorizaba empezar de nuevo, pero no la aguantaba más. Ya no se reían. En sus labios apenas, a veces, sólo a veces, aparecía una tímida sonrisa. Cuando llegaba por las tardes, muerto de cansancio, veía su gesto amargo y desconsiderado y más reproches, más ruinas, más desprecios y luego la estúpida pregunta “¿es que ya no me quieres?”

Demasiado tiempo con lo mismo. Ya no sabía si su voz estaba tan grabada en su interior que la escuchaba sin que ella abriese la boca, ya no sabía que si estaba rozando el pequeño límite que separa la cordura de la locura. Se veía incapaz de  contestarle, no sólo por el cansancio físico que traía derrotado de su trabajo, sino porque le parecía inútil realizar un esfuerzo mental desproporcionado ante aquella sinrazón oscura. Nada de lo que dijese, hiciese o no hiciese, estaba a su gusto. No hay nada peor que cargar tus frustraciones contra otro, pero ella no lo entendía.

“¿Qué hago aquí?” quizá le ataba el recuerdo o la posibilidad de ser lo que desearon ser en un momento de sus vidas pero nunca lograron. Quizá la desconfianza que supone volver a ser uno solo; quizá la comodidad de haberse acostumbrado a ser machacado literalmente por ella, y ,aunque hundido y humillado, ahí seguía, impasible, sin atreverse a dar un paso. Quizá todo volviese a ser como antes, si es que antes lo que hubo fuese bueno.

Ella por fin calló.

Abatido, cansado y casi en un momento de desquicie, abrió el cajón donde cada noche se refugiaba. Esperaba encontrarla allí, donde siempre aguardaba: un refugio para sus noches amargas, una liberación de su vida triste y vacía, una caricia en medio de la amargura y un beso a tiempo cuando menos lo esperaba. Pero no estaba. En  su lugar,  una despedida y una razón más que suficiente.

Entonces lo decidió.

2 comentarios:

María Ángeles dijo...

Qué bien escribes mi querida amiga. Me alegra que hayas vuelto a retomar tus escritos en tu blog. Ya tengo ganas de charlar contigo largo y tendido. Un beso hermana. Te quiero mucho. Gracias por el comentario en mi blog.

Rut dijo...

Gracias, preciosa!!
Será que tú me lees con ganas.
La verdad es que tenía ganas de volver a escribir pero andaba demasiado anclada en todo el lío de las oposiciones, me ha tenido la creatividad a CERO. Pero ya vuelvo y parece que todo fluye o que las Musas andan conmigo. No seré buenísima, pero escribo desde el corazón, ya sabes.
Te veo en Julio!!
Muuuuuuuák