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viernes, 16 de abril de 2010

Estados de ánimo- Pensamientos sueltos

Escher – Imagen tomada de Internet

A veces me quiero demasiado. ¿O nunca es suficiente? Pero otras, me daría una patada en las posaderas (que por cierto, aguantan el paso de las horas estoicas, como dos buenas mulas de carga). Lo malo es que lo he intentado pero no paso a darme un toque tonto con los talones. Claro que, otra posibilidad es que vaya y pregunte a mi alrededor “atencióóóóónnn… hay alguien que quiera darme una patada en el culo?” a lo que nadie responde, porque aquí , estoy yo sola. Luego otra posibilidad es que me ponga en pie y me arrincone contra la pared e intente que ésta me de una buena zurra, por torpe, pero no hay manera. Así que , lejos de auto castigarme, porque es estúpido y además, no me sirve absolutamente para nada, me pongo a escribir que , al menos, eso no duele, no implica a nadie y es más sano. Y además, mi culo no tiene la culpa de nada. Pobre.

Me cambia el ánimo según cambia el tiempo:

llueve -toy triste, (¿os acordáis de los “toys”?),

hace sol- toy felí,

se nubla -toy cansina,

llueve otra vez -toy mosqueá,

sale un rayo tímido -toy medio contenta,

vuelve a llover -toy, acordándome de la madre que parió al tiempo

hace frío -toy helá

esté el tiempo como esté… TOY TONTA!!!

Hoy “toy doloría” pero esa es otra película que no viene a cuento.

Alguien que me quiere mucho siempre me dice “¿no puedes buscar un equilibrio?” y yo digo que ¡menudo aburrimiento!, ¿sí, eh? pues ale bonita, a joderse tocan…

Y por ahí anda una especie de vocecita pestosa -llamada conciencia-tipo Pepito Grillo (al que aplastaría sin miramiento si no fuese porque tiene toda la razón del mundo el jodío y ,para más extrañeza, le necesito incordiándome de vez en cuando ) que se asoma por la esquinita de la pantalla del ordenador, me mira inquisidor y me dice el muy repelente: “nena… (aquí pone cara de bicho cabrón) a estudiar!! “.

Entre medias, leo, memorizo, repaso, me entretengo, vuelvo a leer, repaso un tema, busco información, repaso, me pregunto ¿por qué soy tan jodidamente retorcida y lo he hecho todo al revés? (empezando por nacer, que lo hice de culo, coño!! el culo de nuevo… si es que, éste y yo terminamos haciendo algo importante, ya lo veréis), vuelvo a leer, veo la hora, el correo, navego, leo… y me aburro, me aburro como una soberana ostra.

¿Sabéis lo que os digo? que paso de mí.

Mejor me desenchufo y me voy a hacer la comida, que ya va dando hambre.

P.D. Creo que debería salir más.

miércoles, 14 de abril de 2010

Musa

Hace tiempo empecé un texto teatral para adultos que dejé por ahí   colgado (ya sabéis que lo mío son los niños y los mayores, en el término medio… me pierdo).

La idea sigue dando vueltas en mi cabeza.

Y el principio de la historia es más o menos esta:

I

Había llegado a un punto en el que no se reconocía ni quería reconocerse; era más fácil seguir vagando sin preguntarse siquiera dónde iba. Sus pies tampoco le correspondían demasiado:  un paso torpe, algún traspiés de vez en cuando, algún salto a la pata coja…pero no conseguía realizar el “pas de bourrée” necesario para salir de su rutina. Definitivamente, estaba cansado, tan cansado que sólo quería dormir, cerrar los ojos, abandonarse al sueño, a un sueño que al menos le alejaba del jodido espacio de tiempo que le estaba tocando vivir.

Algunas veces se sentaba delante de la ventana,simplemente para ver a la gente pasar. Envidiaba que la gente tuviese dónde ir. Él se sumergía en sus lienzos pero de la paleta de colores sólo emergía el negro.Un ejercicio estúpido de subir y bajar que no conducía a ninguna parte. Los pinceles se amontonaban en los botes. los lienzos, de un blanco que hacía daño, le empujaban más y más a la desesperación de sentirse acabado.No podía crear: era incapaz de crear. Destruía con cada gesto, cada palabra mal sonante, cada desprecio hacia los que aún estaban a su lado, contestaba con ira, rabia y frustración y la gente terminó yéndose de su lado.

“Demasiados cambios, demasiada mala suerte” era lo único que su cansancio le permitía hacer: pensar en la mierda que le rodeaba. Y mientras se lamentaba, la vida seguía a su alrededor sin percatarse de su presencia, más que nada, porque a él, ésta tampoco le interesaba demasiado.

Se sentía apagado, febril, agotado, hundido, vacío, sin fuerzas… la vida se le escapaba día a día en un sumidero de asco y machaque íntimo sinsentido. Porque eran otros tiempos, sí, era la antesala de algo venidero, ni siquiera era el final… pero la impaciencia lo consumía en un ejercicio vago de autocompasión estúpida. No quería verlo, prefería la incoherencia de querer irse de este mundo sin hacerlo. Ya está. Era mejor así. “Soy un desastre, un fracaso, una pena…”. Y un gilipollas, (como decía Marta) y punto.

II

Ella ya no esperaba nada, no intentaba nada, no decía nada,  simplemente, estaba ahí (era la única que quedaba).  Presente cuando no tenía más remedio e intentando huir a cada rato. Porque estar con él se hacía francamente insoportable. Ya no sabía si era costumbre, vaguería de terminar y empezar de nuevo, o si aún algo de cariño o amor le quedaba. Le quiso, pero ya no estaba segura de eso. Lo que no iba a permitir es que le arrastrase con él al mundo subterráneo donde se había sumergido. No estaba lista para sitios oscuros, no necesitaba eso e irse con él era naufragar ambos en el mar de porquería que Marcos había construido a su alrededor. No comprendía cómo se había rendido tan pronto, con su alma, con su talento, con sus ganas de vivir…. pero ya no se lo preguntaba. Pacientemente esperaba a que todo diese un vuelco, a que las cosas cambiasen, a que en Marcos volviera a brillar esa luz que le transformaba en un ser maravilloso, en un alma loca, divertida, entrañable… ese que hacía mucho tiempo se había ido de la casa sin pretensión de volver, pero este último pensamiento era desechado por ella: nunca había sido optimista, pero esta vez, recogió los recuerdos de la vitalidad de Marcos, pensó en ellos y se los guardó, asegurándose de utilizarlos cuando más los necesitara, por él, sí, pero también por ella. Hubiera enloquecido si no hubiese sido por la memoria. Porque ya no tenía fuerzas para mucho más. Sólo le quedaba la esperanza de que el maldito teléfono al que Marcos vivía pegado, sonase y acabara todo de una vez. Cruzaba los dedos cuando aquél aparato rompía el silencio en el que se sumían cuando estaban uno frente al otro, al menos, eso hacía menos desagradable la escena.

Imaginaba cómo sería el momento en el que la llamada despertase de nuevo al hombre que conoció y que decidió seguir allá donde fuere. Por el que había cruzado medio mundo y del que no se imaginaba separada. Eso lo cambiaría todo; su rostro volvería a tener aquella magia, sus manos, tocarían el viejo piano ahora desafinado por la falta de uso, su voz, aquella voz limpia y clara, sonaría de nuevo para ella; todo volvería a ser como antes: sus colores, olores, aquellas imágenes que te transportaban al principio y al final de cada historia, él, el artista, sus pinceladas mágicas , que llenaban de luz cada estancia…

O no… “¿Y si no llaman? ¿y si de nuevo otro año más la frustración y la amargura? ¿y si se han olvidado? ¿y si , aunque llamen, es demasiado tarde?”…

Marta se dejó caer en el sofá abrazando un cojín.

Sólo podía pensar en una cosa: ¿tendría maletas suficientes?

sábado, 10 de abril de 2010

Hagamos un trato, Mario Benedetti

 

Para mis compañer@s, en el más amplio y verdadero sentido de la palabra.
 

Cuando sientas tu herida sangrar
cuando sientas tu voz sollozar
cuenta conmigo

(de una canción de CARLOS PUEBLA)

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted 

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti

miércoles, 7 de abril de 2010

Promesas incumplidas

Siempre digo a los demás “no me prometas algo que no seas capaz de cumplir”; las promesas incumplidas me sientan como una patada en la boca del estómago y lo peor, me ponen de una mala leche… me da una rabia…

En el fondo una promesa incumplida me parece una tremenda tomadura de pelo y nunca me ha gustado que me tomen el pelo, sólo cuando yo me dejo, no cuando quiera otro. Pero claro, no estoy en posición de controlarlo todo, es más, creo que últimamente se me escapan las cosas. Mal voy, la verdad.

Me importan un soberano pimiento las promesas de los políticos, ya sé lo que son; pero entras en un juego en el que te dejas engañar, consciente del engaño y muchas veces del autoengaño, porque en el fondo quieres creer que lo que te están prometiendo será verdad… con la falta que nos hace la fe!! y que las cosas se recoloquen.

Más pito todavía me importan las promesas de las cremas de belleza , mascarillas, rímel de pestañas, los gimnasios milagrosos, las dietas hipersupermegarápidas , los aparatitos esos que te dejan la barriga y el culo duro, las pastillas de colores que te quitan hasta lo que no tienes,…anda ya!! (las cremas te pringan la cara, la mascarilla es asquerosa, con el rímel se te terminan cayendo las pestañas…¿sigo?… ¿y lo prometido?…aaaaaaaahhhh? )

Sabemos de sobra cuándo las promesas no son ciertas…venga hombre!! y no me digáis que no, que lo sabemos, pero es más bonito, más ideal, más cursi y más romántico dejarse prometer, que te prometan con la esperanza de que todo sea cierto, aaaaay… si es que andamos por ahí faltos de cariño!!

¡ Y qué decir de las promesas de los padres a los hijos!! pero esas se perdonan, en el fondo son tiernas; al menos yo las recuerdo con una sonrisa boba en los labios… (pero ojo, hay una que la saco a relucir de vez en cuando, jejeje, qué tía más caprichosa soy, por favor!!).

He prometido cosas que luego no he podido o no he sabido o, lo más grave, no he querido cumplir. Lo siento, de corazón, de veras que sí y me he sentido y me siento fatal por ello.

Pero lo peor de todo, lo que realmente no puedo soportar son las promesas que me hago a mí misma y que SOY INCAPAZ de cumplir. Con esas me desespero, me enfado conmigo misma y en ese tiempo de enfado, pierdo el tiempo cuando en realidad lo que debería estar haciendo es cumplirme lo prometido. UF!!, qué coñazo es hacer difícil lo fácil… ¿Y por qué? pues no sé, aún ando revisando los motivos: vaguería, pereza, comodidad (estúpida que es una, pues si las cumpliera me sentiría mejor) pero creo que lo peor, es que cuando me prometo algo, hago tal ejercicio de imaginación de lo que voy a hacer , que cuando tengo que ponerme manos a la obra, ya parece que lo he hecho una y mil veces. Veamos un ejemplo: me prometí a mi misma salir a correr todos los días al menos 10 minutos (promesa incumplida, faltaría más!!). Pues bien, llega la hora y empiezo a visualizar la escena dentro de mi cabeza: “ahora me levanto, voy a la habitación, me planto el chándal, las zapatillas (uf! tengo que buscarlas en el armario), me pongo las lentillas, abro la puerta de casa, salgo a la calle (hará frío, calor, lloverá?) pongo un pie en el parque y doy el primer paso… uy!, no, por ahí no, que hay un grupo de chavales y seguro que me ponen a parir, y por ahí tampoco, que unos tíos musculosos andan haciendo flexiones…ainnss… las mamás…buenooooo…con los carritos (recordemos que todo esto aún lo estoy imaginando antes de siquiera levantarme de la silla), entonces por allá…. derecha, izquierda, derecha , izquierda…madre mía, cómo cuesta… aguanto 10 minutillos más o menos, me voy a casa, cómo sudo!!, me tengo que duchar y luego voy a estar reventada….mejor…NO SALGO A CORRER.” Total, que este ejercicio de imaginación ha durado unos 10 minutos y he decidido que NO VOY; es más, tengo los gemelos doloridos , agujetas en todo el cuerpo, me noto más firme y lo mejor… no he sudado. ¿Por qué me engaño de esa forma? Y lo peor de todo es que no me soporto así, tan petarda. Esto tiene que cambiar de una manera rotunda y firme; me hago daño y pierdo credibilidad entre los que me rodean. Y lo peor, la pierdo conmigo misma. No me entusiasma correr, está claro, pero después de pasar tanto tiempo sentada estudiando, necesito estirar las piernas y sería una buena manera de hacerlo y encima estar en forma, por salud más que nada. Pero de verdad que me canso sólo de pensarlo.

Pero no sólo me pasa con el deporte, qué va!! (bueno, con la bici no me pasa) me pasa en general con cantidad de cosas que tengo que hacer, que prometo hacer, que debo hacer y que siempre me empeño en buscarle excusas.

Me tomo el pelo a menudo y me trato de tonta, qué se le va a hacer….

PROMETO que lo voy a remediar.

lunes, 5 de abril de 2010

Canción de las Simples Cosas

Llevo unos cuantos días cantando muy dentro, muy hondo esta canción.

Es así como me siento, es así como la siento y es así como la quiero compartir. Esta tristeza que me llena desde hace unos días tiene que irse. No cabe entre nosotros. No cabe en mi interior, ni entre vosotros, ni quiero compartirla demasiado… Dejadme que la canten otros, pero sabed que al compartirla, algo de la tristeza que me ocupa se irá con ella.

No quiero hacer reflexiones de porqué vino o por qué está o de dónde o por dónde o si durará o si no…simplemente son cosas, pero no se va a quedar, no puede, no es para mí, no la quiero. Ni vosotros ni nosotros tampoco.

Me apaga, me aquieta, me paraliza, me oscurece, me apena, me hiere, me ahoga y me ata… definitivamente, no puede quedarse. No tiene sitio y aunque aprieta y asoma para hacerse un hueco, no puedo permitir que lo consiga. Hace demasiado daño.

Ya vino otras veces, pero no para siempre, así que esta no va a ser tampoco. De eso ya me ocupo yo. Asi que...adiós tristeza, no te quedes, aunque te cantemos de vez en cuando.

CANCIÓN DE LAS SIMPLES COSAS

Uno se despide ,insensiblemente, de pequeñas cosas,
Lo mismo que un árbol en tiempos de otoño muere por sus hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre, a los viejos sitios en que amó la vida,
Y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía,
Donde encontrarás con el pan al sol la mesa servida.

Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Letra de César Isella; Música de Tejada Gómez

Os dejo la versión de Mercedes Sosa y la de Chavela Vargas (dura, muy dura). La han versionado muchos, una de las que más me gustan es la interpretada por Martirio y Pedro Guerra.