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miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Por qué llevamos cara de acelga?

ENFADO2

Me lo digo a mi misma porque a veces el mal humor se refleja en mi cara. No me van las cosas como quisiera que me fuesen, bueno, claro, según quien las ve:  para unos tengo suerte, para otros es lo que tenía que pasar, pero la verdad es que no estoy satisfecha con lo que me está sucediendo en este momento. Intento mejorar la situación , me esfuerzo, pero no todo depende de mi y esta es la parte que me pone cara de estar chupando limón. Y no me gusta.

Y me doy cuenta que a veces salgo con esa cara a la calle y miro a la gente desde ese sitio feo donde estoy y todo me da rabia, incluso quisiera que desapareciesen, que me dejaran sola, que se fueran, que el mundo me ignorase hasta el punto de hacerme pequeña e invisible, que se largasen todos a freír espárragos (cosa entretenida, por otra parte ).  Pero no puede ser, te ven , te observan y les disgustas, porque con esa cara no se puede ir por la vida.

Digo que me lo digo, porque no me doy cuenta de que yo, que pido a gritos que sonriamos sin motivo, yo, que intento ver siempre el lado positivo de la vida, yo que me paso la vida haciendo (o intentando) hacer felices a los demás… yo, yo , yo… tengo el ego tan enorme que no me doy cuenta de que yo, soy la primera que no se lo aplica.       Y esto tampoco me gusta.

Menos mal que siempre hay alguien que te dice lo fea que estás chupando limón.

Fue en la parada del autobús; andaba yo con un pensamiento retorcido (que afortunadamente no recuerdo cuál es) y debía tener un rostro tenso y desagradable porque una señora se acercó y me pidió por favor no sé qué, y yo no sé cómo la miré, que la señora me soltó “hija, qué cara”. Automáticamente, noté que mi rostro estaba tenso  e incluso me dolía la frente de lo retorcida que debía estar, pero fue un segundo, que miré a la señora, vi cómo me miraba ella a mi y de repente me relajé, me dio la risa y ella rió también, por supuesto le dije “disculpe, estaba pensando”. Y la mujer me soltó “pues debía ser un pensamiento espantoso!! “ a lo que las dos nos reímos con una fuerte carcajada. Después de eso vino una agradable charla hasta que llegó mi autobús y me despedí con una sonrisa. Mi pensamiento ya no estaba, mi rostro se encontraba relajado y todo había cambiado.

Pero esto no siempre me sucede. No siempre tengo la fortuna de encontrarme señoras educadas, amables y buena gente que te recuerdan que la vida está ahí, que tus malos momentos son tuyos, que hay que ser lo suficientemente egoísta como para quedártelos y no escupirlos a nadie y lo verdaderamente generoso como para dar a los demás , si no lo mejor de ti, al menos lo menos malo.

A veces, cuando la gente me mira con mala cara pienso, “vaya tela, menuda amargura lleva encima”; tendré que empezar a cambiar el pensamiento y decirme a mi misma “¿será su cara espejo de la mía?”.

martes, 14 de septiembre de 2010

EL niño Feliz

 

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Visitando el blog de  Xoán González  y sus nuevas entradas sobre la felicidad, he estado pensando en personas felices que conozco. Más allá de lo que para mi pueda ser o cómo pueda sentir la felicidad, hay una pequeña personita que me recuerda lo fácil que es sonreír y lo poco que realmente se necesita para serlo: mi vecino de arriba.

Mi vecinito del piso de arriba tiene 4 años. Es un niño normal, con sus ojitos, su boca, su pequeño cuerpecito… vamos, tiene todo lo que un niño de 4 años tiene que tener: es vital, alegre, juguetón, simpático, divertido…. Apenas nos hemos cruzado en el portal ; le conozco por lo que , a través del suelo de su casa (techo para mi) se cuela y sin querer (no o vayáis a pensar que son una vulgar cotilla) escucho sus voces, sus pasos, su risa, sus locuras, sus juegos…       A través del techo de mi casa, se abre todo un mundo sonoro de posibilidades: ruedas de camión, triciclos, construcciones…juega, es normal que todo se oiga. Pero no me importa. Él es feliz y eso se contagia. Y se  agradece.

Y el contagio empieza  a las 7 de la mañana. Ruidos en el piso de arriba. Y las voces de “el niño feliz”.

Si estoy sumida en un dulce sueño, de esos que te atrapan y no quieres despertar, no le oigo; pero si he tenido mala noche, lo primero que suena es un pequeño “tititititi” , ese sonidito ridículo de algunos despertadores electrónicos y al instante una carrera de caballos a la voz de “buenos días por la mañanaaaaaaaaa, a levantarse tooooodoooooossss, que hay que trabajaaaaaar”. Es el niño feliz que se levanta contento, con una energía brutal, con una vitalidad impresionante, a despertar a sus padres porque ha amanecido un nuevo día. Y eso para él es la felicidad.

Lejos de enfurruñarme y acordarme de la madre que paseó al niño, cuando tengo la fortuna de escucharle, suelo esbozar una sonrisa y os aseguro, que lejos de querer retorcer el pescuezo al niño (ojo, figurado) porque me ha despertado, me dan ganas de subir y comérmelo a besos o simplemente abrazarle y decirle “gracias, gracias por recordarme lo fácil que es ser feliz” aún con los problemas, aún con la incertidumbre, aún con la vida cuando se pone cuesta arriba, sólo el hecho de abrir los ojos un nuevo día, ya es motivo de felicidad. Poder levantarte con un simple pensamiento “buenos días por la mañana, ¿qué novedades me traerá el día?”. Otra frase que le he oído y que me encanta es : “arriba dormilones, que tengo que ir al cole a aprender!!! “ . Es curioso, nunca le he oído llorar. Ni quejarse.

El caso es, que yo quiero ser como “el niño feliz”.

Quiero levantarme todos los días con la certeza de que algo mágico va a suceder, tengo la fortuna de poder sonreír y ver el mundo como yo quiera…¿qué más puedo pedir?

Creo que empezaré a probar el grito de guerra de “el niño feliz” , el grito con el que se resumen todos sus gritos:

“¡¡ Buenos días, vida !!”

lunes, 6 de septiembre de 2010

"Estamos hechos de la misma sustancia que los sueños" W. Shakespeare

Y a la vuelta de vacaciones... me veo en sueños.

Pero esta vez con cordura;

con los pies sobre el suelo,
con la sonrisa puesta,
las ganas encendidas ,
y el corazón revuelto

Con las fuerzas en jarras
y el ánimo dispuesto
Con la risa por bandera
y el cinturón prieto

Con los ojos bien abiertos y
la lengua floja,
para contar aquello
que anda enmarañando
mis pensamientos

Si es verdad que somos
igualito a los sueños,
seré entonces aquella
con la que sueño.