Se me había olvidado lo que se sentía al decir adiós.
Hacía mucho tiempo que el pañuelo de Penélope en la estación no se agitaba con tanta fuerza y no sé si con la risa nerviosa que me sobrecoge cuando no soy capaz de contener mis emociones, pueda superar la tristeza que me embarga. Lo que me consuela es que, al contrario de Penélope, no me voy a quedar tejiendo un manto esperando a Ulises para deshacerlo después, sino que cogeré el tren. Un tren desconocido, un tren con diferentes pasajeros, un tren con destino a otro lugar imaginado, con mi maleta repleta de nuevas ilusiones e incertidumbres. Un tren donde la nueva gente querida sólo ha entrado de puntillas, de paso, y quedarán en el andén despidiéndose de mí , pero tan dentro que nunca podré separarme de ellos.
Ulises no tiene que volver de ninguna parte, afortunadamente me espera impaciente. Pero esa inquietud de separarme de todo lo soñado, convierte mi corazón en una máquina acelerada donde cada impulso es más fuerte que el anterior, donde las lágrimas pelean por salir de mis ojos disimulados , donde el dolor de saber un adiós , por momentos se hace insoportable.
Un año mágico que no volverá a repetirse. Quizás en otro momento, en otro espacio, en otro lugar… pero este año ha sido único y no quiero de ninguna manera dejarlo atrás.
La vida es como una montaña rusa, tiene sus altibajos, vas vienes, entras sales… y al igual que en Parque de Atracciones eliges donde subirte, también elijes con quién quedarte. Lo malo es que , como cenicienta, a las 24:00h se rompe el hechizo y todos lo que te acompañaron en el carrusel, se esfuman, no están, parece que marchan pero eres tú la que tienes que recoger bártulos, maletas, sentimientos… y volver a tu lugar. Un lugar en el que te aman, te esperan, pero aquellos que un día montaron en las atracciones contigo, aquellos que rieron en la casa de los espejos, los que creyeron en ti y te animaron, a los que amaste de alguna manera (sí, porque el AMOR tiene tantas formas…) todos aquellos ya no te acompañarán. O quizás sí lo hagan: si somos tan generosos de dejarles un espacio en el alma, un espacio donde nunca se nos olviden, un espacio donde se queden a vivir con nosotros para siempre, entonces nunca se apartarán de tu lado, al fin y al cabo, la gente a la que quieres forma parte indispensable de ti.
No quiero irme de lo que siento. No quiero marchar ni decir adiós a estos montes, a estas paredes, a estas habitaciones de cuento llenas de pequeños duendes que me han hecho crecer en tantos aspectos… pero me tengo que ir. Y debo decir adiós, o mejor aún un hasta luego que no sea el final de nada sino el principio de una amistad profunda, hermosa y duradera, de un encuentro increíblemente fortuito que ha llenado mis días y mis noches de miles de alegrías e ilusiones, que me ha ayudado a confeccionar uno de los capítulos más intensos de mis 38 años de vida.
Porque les quiero. Porque os quiero. Porque os necesito conmigo aún en la distancia. Porque os habéis convertido en mis imprescindibles, en mis imperdibles y mis invencibles, porque somos así con todo, con lo bueno, lo menos bueno y lo mejor.
No quiero irme, pero me despido. Con un fuerte abrazo , una sonrisa ,un puñito en el corazón y un ¡hasta luego!
Porque en el andén del AMOR con mayúsculas os espero. Y seguro que nos tomamos un café y unos churros y volvemos a cantar hasta dejarnos la voz por el camino.
Yo, no pienso irme de vosotros; espero que hagáis lo mismo conmigo o, si acaso…. parecido.