Hoy hace un día perfecto para no salir de casa.
Aunque ya he salido. He vuelto del médico. Pero eso no es salir, es ir a lo que hay que ir y ya.
Lo primero que he pensado al abrir los ojos, es : “vaya, un día de llovizna otra vez”, ya ves tú, hoy que tenía pensado salir a dar un pequeño paseo, já, qué casualidad (lo confieso: ayer ya sabía que llovería y es que estoy de un perruno…). Asi que no salgo más, vaaaaya por Dios.
He decidido entonces abrir el ordenador y trastear en mis cosas. Cosas que, por cierto, tengo olvidadas de hace tiempo. Eso , y que me ha llamado mi compañero para ayudarle con los informes de los pequeñajos, pues manos a la obra!!! y como no tengo mucha hambre …(bendita medicación!!! algo bueno sacaré de todo esto)
Aparece una carpeta por ahí, en el escritorio que dice “Canciones” pues ea, lo abro a ver qué contiene. Nada más y nada menos que cuatro composiciones “a cappella” casi del mismo día. Exactamente… una Nana del 2 de Julio y las otras tres del 16. Creo que por esas fechas andaba yo con una melancolía perfecta para escribir cosas excesivamente románticas, tremendistas y rozando de una manera nada sutil , la cursilería. Las escucho. Me gusta la Nana me gusta otra que se llama “Mariquilla” y las otras dos… bueno, producto de mi locura por entonces. Me quedo pensando en que no recuerdo si las escribí o no, pero lo que está claro es que creo que las canté del tirón, porque encuentro mogollón de lapsus de esos que una tiene cuando no salen las palabras. Es más, creo escuchar un “mmm” jajaja. Pero bueno, creo que son pasables. Pasables para lo que son: mero contenido dentro de la carpeta que reza “canciones” nada más. Como punto de partida podrían servir.
Ya sé dónde está el fallo: no tengo mi piano.
Ahí está. ¡Qué ganas de tocarlo de nuevo, madre mía! Aunque suponga otra mudanza, me da lo mismo. Necesito ser yo con mis antiguallas que me hacen tan feliz. Solución: buscar un sitio para mi piano, pero aquí no cabe, ya tenemos un problema. Como no caben tantas otras cosas… porque últimamente ni sitio para la alegría hay.
Precisamente el otro día estuvimos hablando de él, de su transporte y de si era conveniente o no, como si eso fuese negociable, por favor, es que nadie me conoce todavía?
La conversación empezó de un modo muy sutil . Recuerdo que hablé por teléfono con mi madre y me propuso la idea de reemplazarle: “mujer, sólo es una tartana, tiene martillos rotos, está viejo, lo compramos hace tanto… te compro uno nuevo, yo te lo regalo, uno mejor, con sordina…” ¡¡miiiiira qué gracia tiene!! ¡¡con sordina!! ¡¡para que no se oiga!! y para qué demonios quiero yo tocar un piano que no se va a oir? aaaaah, para no molestar al compañero. Al compañero le molesta mi piano? le molesto yo? qué se esconde tras esto? -¡¡Mamá, le digo!! es el único recuerdo que tengo de mi padre!! -(Claro, esto a mi madre le hace mucha gracia porque yo a mi padre no le recuerdo pero ante esta cosa tan dramática que yo digo, ella se calla y asiente. Es que yo cuando quiero, me puedo poner muy Pantoja, así, con mucho de folclórica, vamos que no creo que os cueste mucho imaginarme.) Algo de eso hay, pero no sé hasta qué punto es más apego al propio piano que a mi padre, aunque sí es verdad que es el contacto más físico que yo he tenido de él (aunque parezca una bobada).
Mi piano ha sido parte de mi. Y aunque sea viejo, tenga martillos rotos, no tenga sordina, esté desafinado… es el objeto que más me ha aguantado en este mundo. Con el que más he sufrido y con el que más me he reído, con el que más me he desahogado, con el que he llorado y he compuesto y recompuesto mis pequeñas tragedias (qué dramática, madre mía!!). Alrededor de él se han vivido grandes y pequeños momentos que forman parte de la pequeña historia de mi vida. Es parte de mi, porque sí, porque uno siempre tiene algo que va consigo. Unos tienen un peluche, una cámara de fotos, una vieja almohada, unas zapatillas, y yo tengo mi piano, y… (esperad que hago cuentas) hace exactamente 15 años que no estás conmigo. Uf, demasiado tiempo. Hace 15 años que le echo de menos y cada día siento que le necesito más. Le he reemplazado por otras cosas así como de plástico y electrónicas, con sus infinitas posibilidades, con sus maravillosos sonidos, con sus increíbles faltas de afinación, vaya, hasta tocan solos!!! La facilidad de transporte es maravillosa!!Pero su dulzura, su tacto, su calidez, su rudeza, ese si bemol y ese fa sostenido escacharrado que me chirriaba cada vez que pasaba por él, esa necesidad de acariciarle casi como pidiéndole permiso antes de profanarle (porque a veces, he de confesar, que más que tocarle, al pobre, le caía una paliza encima), ese acto delicado de comunicación donde conversábamos según él y yo tuviésemos el día, ese pasarte el polvo susurrándole melodías que luego haría suyas… eso, sólo ha sido con él. Me falta. Y le necesito. Urgentemente.
Entonces, cuando el otro día, surgió la siguiente pregunta : “¿y para qué lo quieres?” , sólo pude responder “¿y para qué me quieres tú a mi?” Creo que la compañía de mi mirada sentenció la escena.
Comprendió que siempre seríamos tres.
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