Te echo de menos.
Así de simple y sólo con eso bastaría; pero decirte que no pasa nada más, sería engañarte.
Te fuiste y me fui, y tu ausencia se hizo un poco menos clara.
Pensar en ti desde lejos se hacía fácil.
Te extrañaba, pero como tantas otras veces.
Cabía siempre la posibilidad de volver, de volver a verte, de darte una sorpresa un viernes por la tarde un sábado por la mañana, de prometerte esa vuelta en coche por Madrid que nunca pudo ser (jodida suerte la mía, mira que romperse el coche!!). De darte un beso, cogerte la mano, contarte mis batallas (como tú me contabas las tuyas, te acuerdas?)… siempre estabas ahí. Y ahora… ¿cuántas cosas nos hemos perdido por el camino?
Ahora se hace más difícil.
He vuelto, pero no estás. Ya no estabas antes, pero ahora menos.
No sé si siento tristeza, soledad, abandono, melancolía, no sé lo que es. Sé que es una furia rabiosa por no escuchar tu voz, por no poder abrazarte, por no poder sentir tu mala leche incluso, también tu genio se echa de menos. Echo de menos tu falta de tacto, tu rudeza tus malos modos… porque sé que eras así y con todo eso te quería, aún te quiero y no quiero dejar de hacerlo. Dejar de quererte sería un poco como olvidarte, no? y tampoco me apetece echarte al olvido.
Siento algunas veces que estás conmigo. Quiero sentirlo, pero no oírte cuesta, no verte, cuesta, que no estés, es una putada, una gran putada.
Aún no me hago a la idea.
Por eso volver se me hace tan cuesta arriba.