Me lo digo a mi misma porque a veces el mal humor se refleja en mi cara. No me van las cosas como quisiera que me fuesen, bueno, claro, según quien las ve: para unos tengo suerte, para otros es lo que tenía que pasar, pero la verdad es que no estoy satisfecha con lo que me está sucediendo en este momento. Intento mejorar la situación , me esfuerzo, pero no todo depende de mi y esta es la parte que me pone cara de estar chupando limón. Y no me gusta.
Y me doy cuenta que a veces salgo con esa cara a la calle y miro a la gente desde ese sitio feo donde estoy y todo me da rabia, incluso quisiera que desapareciesen, que me dejaran sola, que se fueran, que el mundo me ignorase hasta el punto de hacerme pequeña e invisible, que se largasen todos a freír espárragos (cosa entretenida, por otra parte ). Pero no puede ser, te ven , te observan y les disgustas, porque con esa cara no se puede ir por la vida.
Digo que me lo digo, porque no me doy cuenta de que yo, que pido a gritos que sonriamos sin motivo, yo, que intento ver siempre el lado positivo de la vida, yo que me paso la vida haciendo (o intentando) hacer felices a los demás… yo, yo , yo… tengo el ego tan enorme que no me doy cuenta de que yo, soy la primera que no se lo aplica. Y esto tampoco me gusta.
Menos mal que siempre hay alguien que te dice lo fea que estás chupando limón.
Fue en la parada del autobús; andaba yo con un pensamiento retorcido (que afortunadamente no recuerdo cuál es) y debía tener un rostro tenso y desagradable porque una señora se acercó y me pidió por favor no sé qué, y yo no sé cómo la miré, que la señora me soltó “hija, qué cara”. Automáticamente, noté que mi rostro estaba tenso e incluso me dolía la frente de lo retorcida que debía estar, pero fue un segundo, que miré a la señora, vi cómo me miraba ella a mi y de repente me relajé, me dio la risa y ella rió también, por supuesto le dije “disculpe, estaba pensando”. Y la mujer me soltó “pues debía ser un pensamiento espantoso!! “ a lo que las dos nos reímos con una fuerte carcajada. Después de eso vino una agradable charla hasta que llegó mi autobús y me despedí con una sonrisa. Mi pensamiento ya no estaba, mi rostro se encontraba relajado y todo había cambiado.
Pero esto no siempre me sucede. No siempre tengo la fortuna de encontrarme señoras educadas, amables y buena gente que te recuerdan que la vida está ahí, que tus malos momentos son tuyos, que hay que ser lo suficientemente egoísta como para quedártelos y no escupirlos a nadie y lo verdaderamente generoso como para dar a los demás , si no lo mejor de ti, al menos lo menos malo.
A veces, cuando la gente me mira con mala cara pienso, “vaya tela, menuda amargura lleva encima”; tendré que empezar a cambiar el pensamiento y decirme a mi misma “¿será su cara espejo de la mía?”.